martes, 23 de septiembre de 2014

"Existe un punto en el que uno decide querer su propia vida...."

Existe  un punto en el cual uno puede  querer  las  drogas, como también existe  aquel en el que uno decide  querer  su propia  vida.

Una adicción es como una muleta sin la cual "somos incapaces de disfrutar la vida". Sin embargo, muchas de las actividades a las que somos adictos también pueden ser maneras sanas de pasar un buen rato. El problema surge cuando perdemos la capacidad de ser felices por nosotros mismos, cuando nuestra felicidad depende de algo más. Estamos cómodos con ellas, es lo seguro, lo que me hace pasar un buen rato, lo que me relaja… y no sabemos lo felices y libres que podríamos ser si nos alejáramos de ellas. Reconocer que tenemos un problema nos hace sentir débiles y daña la imagen que tenemos de nosotros mismos, pero es también un signo de humildad y necesario para comenzar de nuevo.  No tengas miedo de pedir ayuda, sobre todo si la adicción es fuerte y te está causando mucho daño. Hacé cosas que te hagan sentir bien. Aprende a disfrutar de vos mismo, de las cosas buenas que tiene la vida. Más allá de esas cosas que nos hacen adictos (la tecnología, las drogas, el alcohol, la obsesión con un cuerpo perfecto...) y que supuestamente nos hacen "disfrutar la vida" hay mil maneras  de disfrutarla realmente.

viernes, 19 de septiembre de 2014

¿Qué es ser líder?

El liderazgo para ser auténtico debe empezar por el liderazgo personal


Es tu capacidad de ser coherente, íntegro, de mostrar hacia vos mismo liderazgo personal, lo que hace que otros confíen en vos y decidan seguir tus pasos. No podés dirigir a nadie si no sos capaz de dirigirte a vos mismo. Por este motivo, un buen líder debe invertir tiempo en su autoconocimiento, autogestión y autocontrol.  Recordá que dirigimos con el ejemplo y no ser ejemplo es una de las disfunciones del líder.



miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿Moriremos como individuos?


La realidad es esta: en la vida nos topamos con múltiples y diferentes tipos de equipos. Equipos malos, equipos buenos, equipos deportivos, equipos que no saben perder, equipos que llegan a la meta propuesta y equipos que no se rinden.
Una vez me dijeron que el primer grupo por excelencia era la familia, pero me atrevería a decir que es más que un grupo, y pasaría a ser un equipo. Es decir, un grupo de personas es sólo gente unida que no se entiende ni comparte más que un mismo espacio. Un EQUIPO está formado por personas diferentes que tienen una meta en común y se organizan para alcanzarla. Y la familia es eso. Es el principal motor de nuestras vidas, los que están a pesar de, y los que te alientan a seguir. Los que juntos proponen ideas, atraviesan obstáculos y le dan para adelante. O al menos, ese es el tipo de familia que se considera equipo.
Y así con todas las relaciones humanas que emprendamos. Saquémonos todos esos paradigmas que nos dicen que un equipo es la selección argentina, o estrictamente ligado al deporte. Sí, es eso, pero mucho más que eso.
Estar en un equipo no es cualquier cosa, o algo así nomás. Ser parte de un equipo implica grandes cosas, grandes renuncias, grandes sacrificios. Implica apostar por la esperanza, por resultados que a veces no te salen como lo esperabas, o que a lo mejor no tengas la oportunidad de ver. Implica por último, la humildad. Sí, la humildad. Un vos y un yo que se unen a pesar de nuestras diferencias por un objetivo mayor, más grande que nosotros y por el cual vale la pena luchar.
Sea el equipo en donde estés, dalo todo. Entregá hasta la última gota de pasión y enseñá a los demás a vivir el mismo estilo. Porque si a un equipo le falta un integrante, un componente, el equipo deja de ser el mismo. Tanto vos como yo somos importantes y esenciales
Pero, ¿de qué te sirve en definitiva ser parte de un equipo y no estar dispuesto a hacer sacrificios? Y no estar dispuesto a perseverar, o a saber que cuando todos decaigan depende de vos el tirar para adelante. O cuando sobrevenga el cansancio y la victoria no se asome. 

Como dije, estar en un equipo no es cualquier cosa o algo así nomás. Pero nunca dije, que no valdría la pena

-Cuanto más sacrificado el recorrido, más gozosa la victoria-

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Porque, alguna vez, comencé a vivir...

La vida está hecha de momentos. Hay momentos rutinarios como los son comer, dormir, levantarse, ir al colegio, ir a trabajar, volver… Pero están aquellos que no se viven dos veces de la misma manera: empezar una carrera, robar una sonrisa, conocer a alguien. Esto último me sucedió algún día en algún momento que fue oportuno para que sucediera. Conocí a alguien.  Alguien que le dio un giro a mi vida. Alguien que me habría gustado conocer mucho tiempo antes, porque gracias a esa persona, comencé a vivir realmente.
Mi tiempo es único. Limitado, mal usado, compartido, muy pocas veces aprovechado y valorado. Teniendo 68 años admito que tuve dos vidas: una falsa, vacía y una real. Fui joven, me reí, lo disfruté, canté, lloré por “amor” –si así le podíamos decir a un noviazgo que tuve a los 15 años y que duró 4 semanas- , tomé hasta perder la conciencia, estudié una carrera que me llenaría de plata al terminar, pero me faltó aquello que muy poca gente hoy en día es capaz de encontrar: felicidad sincera. Me faltó seguir mis sueños, dejándolos de lado para seguir los que los demás querían que siguiera. Eran tiempos complicados, qué más voy a decir.
Sí, ojo, me re divertí, no digo que no la pasé bien, pero la pasé. Nunca era algo duradero, era una alegría más que una felicidad, que se evaporaba minutos después como el humo del café cuando lo calentás en un microondas: sale un montón de humito, pero tomás un sorbo y descubrís que toda la parte de abajo estaba fría. Esa alegría era una ilusión.
Un día me propuse estudiar la carrera que más me apasionaba. Por desgracia, ese momento en que yo era joven (realmente, era joven, tenía 17 años) mis padres no estuvieron de acuerdo con eso, y al parecer todo la sociedad estuvo de acuerdo con su no acuerdo conmigo. No hubo quien me alentara a darle para adelante, nadie pareció optimista esos días de difícil decisión. Obviamente, con tanto pesimismo, me incliné por hacer aquello que todos deseaban que hiciera, aquello que me posicionaría en un buen lugar económico. Era muy talentoso en lo que hacía, no digo que no, pero nunca me apasionó realmente.
Yo no tenía un plan de vida, no pretendía casarme ni formar una familia, no sabía dónde trabajaría, si viajaría por todo el mundo, si me quedaría a vivir con mis padres, nada. Dejaba que las cosas me sucedieran. Un día me sucedió conocer a ese alguien que cambió toda mi –hasta el momento- vacía vida. Me retó. Me desafió. Me enseñó. Me habló sobre cosas que yo al principio no quería ni escuchar, que plan de vida, que dejar de hacer para empezar a hacer, que qué se yo qué cosas. Pero insistía, sí, insistía… Con el tiempo tuve que ceder, y comencé a escucharla. Me ayudó a armar un plan de vida, lo cual mucho me sirvió. En algún momento le dije que no habría que ser tan estructurado, que debería dejar que las cosas simplemente pasaran. Me dijo que las cosas tendría que hacerlas suceder yo. Me incentivó a estudiar aquello que siempre quise estudiar, y por primera vez me animé. Estuvo ahí en cada momento de festejo, en cada bochazo, en cada crisis. Estuvo conmigo cuando me recibí.
Un día esa persona simplemente no estuvo más cerca de mí, se tuvo que ir. Sí, así de la nada. Imaginate mi expresión. Exactamente así.
Me dejó escrito algo que no transcribiré porque lo rompí todo cuando me enteré que se fue. Después me calmé, y me di cuenta de que lo había roto, por un momento me preocupé porque había perdido ese papel, pero después me di cuenta que no era necesario, había quedado guardado en mi memoria. Me dijo que la vida estaba hecha de decisiones, de metas pequeñas y metas a distancia. Me dijo que hay que sacrificar cosas para conseguir algunas otras, que saliendo de mi comodidad conocería mundos nuevos.
Nunca dejó una explicación de por qué se fue, yo supongo que fue para buscar a otras personas pedidas, para que puedan encontrar ese camino tan copado que tuve la dicha de encontrar yo.

A mi edad actual, lo único que me resta decir es que me alegra haberme cruzado a ese alguien, y me encantaría que cualquier otra persona conozca a ese alguien o a otro alguien que sea igual que aquel. Gracias a todo ese aprendizaje, yo comencé a vivir realmente. Lo único que me hubiera gustado más, es haberla empezado a vivir antes. Pero mejor empezar tarde que tener que haber dicho “¿qué habría pasado si….” y tener que estar ahora ya con edad adelantada, triste y con un recuerdo de una vida que al final simplemente, me hubiera decepcionado. ¿No te parece?